SOMBRA Y LUZ
Sol y sombra enfrentados, rumor a fiesta,
clarines y trompetas, alguno
reza. Colores encendidos, sale la bestia, comienza la lucha.
Tarde de toros,
tarde de Agosto, tarde de Fiesta. Era la perfecta descripción de una tarde de feria
que hacían los donostiarras Duncan Dhu en Por Tierras Escocesas, su primer
álbum.
Reconozco que La Feria en sí no me interesa mucho
últimamente. Hacía ya tiempo solo me interesaba la Feria Taurina, ya ni eso.
Precisamente a la etapa de reportero gráfico especializado en temas taurinos al
servicio de esta casa pertenecen las estampas de esta reflexión.
Decía José Miguel Arroyo Joselito qué por las mañanas, los días de corrida, en el hotel
siempre albergaba la esperanza de que el festejo se suspendiera y así no tener
que jugarse la vida. Patio de cuadrillas, minutos antes de que el presidente
saque su pañuelo, no hay vuelta atrás. Caballos, toreros, policías,
periodistas, personal de la plaza; y un sinfin de aficionados que quizás no
deberían estar ahí. Ante el tumultuoso bullicio y el ajetreo de la gente el
torero, en este caso Juan Serrano Finito
de Córdoba, consigue aislarse del mundo y consumir su miedo arrimándose a
la cal con la mirada perdida en el infinito. Ajeno a la imagen surgida a su
espalda, en el tendido el público en distraída algarabía proyecta definidas y
reconocibles sombras sobre la pared blanca. Lo de adelante migra atrás, la paz
muta en jolgorio y lo blanco en negro.
Atendiendo al concepto taoísta del yin y el yang que
expone la dualidad de todo lo existente del universo como fuerzas opuestas y
complementarias, se podría llegar a caer en la tentación de denominar a la
fotografía como un arte taoísta. A cada
negativo le corresponde su positivo, a cada blanco su negro y viceversa. Aunque
la era digital haya variado un poco el proceso, los principios siguen siendo
los mismos.
La tauromaquia también atiende a los mismos
fundamentos, vida muerte, triunfo fracaso, e incluso las localidades se dividen
en sol y sombra, o lo que es lo mismo, sombra y luz.
Junichiro Tanizaki en su precioso ensayo El Elogio
de la Sombra habla a cerca de la apreciación de los matices, de las sombras, de
no dejarse impresionar por el brillo. Si en Occidente la belleza ha ido
vinculada a la luz, en la estética tradicional japonesa lo fundamental es
comprender el misterio de la sombra. En la fotografía y en la mayoría de los
aspectos de la vida cotidiana deslumbrados por el oropel vacuo y sometidos a un
trepidante ritmo de vida solemos obviar los matices, los grises, la gama que
transcurre del blanco al negro.
Recién salido al ruedo el Cebada Gago corretea al
hilo de las tablas respondiendo a la llamada hecha desde un burladero cercano.
Al tiempo que su sombra junto al círculo blanco pintado en las rojas tablas
componen una onírica imagen, como Alicia frente al espejo. Ensoñación de una
noche en la dehesa de ese toro enamorado de la luna que cantara Maruja Lozano.
Cómo es lógico La Feria no
es ajena a esta dualidad de sombra y luz, primando una u otra en función de las
etapas vitales de cada uno. Y aunque
para Serrat el noble y el villano,
el
prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha,
lo cierto es que unos brindarán con Chandon
y otros con Don Simón. Feliz Feria.
Antonio Jesús García
Publicado La Voz de Almería (22-8-15)