FIESTAS
QUE QUEMAN A SUS SANTOS
En
Misión
Imposible II,
dirigida por John Woo y protagonizada por Tom Cruise, tiene lugar una
escena un tanto delirante y que incluso causó cierta indignación en
nuestro país. El inicio del film transcurre supuestamente en una
Sevilla en la que se celebra algo parecido a la Semana Santa. Hasta
ahí todo normal y lógica la utilización de uno de los iconos
visuales y turísticos más representativos internacionalmente no
solo de la capital hispalense sino de España. El problema surge
cuando en la gran pantalla en una peculiar mezcla de tópicos patrios
aparece una más o menos tradicional procesión que concluye con una
especie de cremá
de un paso al más puro estilo fallero mientras Anthony Hopkins dice:
“Extrañas
fiestas que queman a sus santos” para
indignación de la sala.
Se
suele decir que uno realmente es una mezcla de cómo uno cree que es
y de cómo creen los demás que eres, que somos algo a medio
camino entre cómo te ves y cómo te ve el resto. Este juicio de
valor no es ajeno a la visión que se tiene de las costumbres e ideas
de los distintos países. Mientras nosotros no vemos ningún nexo
ni
confusión entre la Semana Santa y las Fallas, no debe extrañarnos
que para el guionista Robert Towne las fronteras no sean tan claras.
Las Fallas valencianas y la Semana Santa forman un todo en uno al que
la próxima vez se le podría soltar la galopada de unos cuantos
Miuras salidos de un encierro de san Fermín en mitad de ese
maremágnum,
aderezándolo
además con gran profusión de paella y sangría, junto con el
acompañamiento de cuadro flamenco al uso.
El
término tópico procede del vocablo griego topikos,
relativo a un lugar y, en la actualidad, suele hacer referencia a una
idea muy empleada, trivial e incluso vulgar. Un estereotipo o lugar
común que, aunque pierde su valor a fuerza de su reiteración, no
deja de funcionar por lo que tiene de reconocible y fácilmente
identificable. De ahí que éste sea un recurso utilizado con mayor o
menor grado de acierto a lo largo de la historia tanto en la
literatura, El
Lazarillo de Tormes o
El
Quijote
sin ir más lejos, o en el cine. De hecho, Ocho
Apellidos Vascos,
el film de Emilio Martínez Lázaro que arrasa en taquilla y en el
Senado, no deja de ser un compendio de estereotipos sobre
vascos y andaluces vistos desde uno y otro lado. Impagable ese
Euskadi
tiene un color especial.
Puestos
a abordar tópicos es fácil imaginar la impresión que se llevaría
una persona de color, natural de Alabama, si en la noche del Martes
Santo se topase de frente con la Hermandad de La Candelaria, con sus
velas y sus capirotes de blancas capuchas. Por cierto soberbia la
escena del Klan
y sus capuchas en Django,
el film de Tarantino que homenajea los spaghetti
western.
Antonio
Jesús García.
Publicado
La Voz de Almería (24-4-14)
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