PSYCHO BLAHNIK
“...esclava de las modas que vienen, de las modas que pasan”, nos
describía Loquillo en Cuentas Pendientes.
La crisis ha propiciado que un sector de esos fervientes seguidores de estilos
y tendencias tenga que renunciar a ir vestido de marca de arriba a abajo.
La precariedad obliga a seleccionar
y a veces nos encontramos con que nos define mejor lo que tenemos que lo que
nos cubre, donde los complementos se imponen al todo y lucimos sin ningún rubor
ni complejo un lujoso bolso de Louis Vuitton junto a un vestido retro de tu
abuela. Trajes outlet de hace quince
años usados por snobs de tablet y smartphone. O jóvenes estudiantes de arte ataviados, a modo de chal,
con una cutre manta de los chinos, que les confiere un aspecto a caballo entre
refugiados sirios y el Algarrobo de Curro Jiménez, a la vez que sostienen un MacBook entre sus manos.
Evidentemente existen otros sectores
a los que la crisis no sólo no les ha afectado, sino que su posición se ha
visto reforzada y que no dudan en marcar las diferencias recurriendo a valores
seguros.
Una de esas apuestas que nunca
decaen son los manolos, me refiero a
los zapatos, claro; no al grupo rumbero y su Amigos para siempre means you´ll always be my friend, cuyo mensaje
parece haber caído en saco roto.
Nada mejor para representar ese
valor seguro y siempre en alza que las creaciones del genial diseñador Manolo
Blahnik, del que en la actualidad y hasta el ocho de marzo próximo se exhiben
212 piezas en el Museo de Artes Decorativas de Madrid.
El éxito de Blahnik se basa en no
seguir ninguna tendencia y crear calzado que sobrepasa el concepto de moda para
convertir objetos de deseo en fetiches, con su mezcla de estilos y referencias
artísticas del pasado.
Cuenta la leyenda que algunas señoras, en una especie de perversa actualización del infantil cuento de La Cenicienta, no dudan en dejarse amputar una falange del meñique con tal de poder calzarse unos manolos.
No creo sea necesario aclarar que,
por descontado, sólo se trata de eso, de una leyenda urbana, al tiempo que se
puntualiza que las leyendas sólo las arrastran o tienen quienes pueden
permitírselas, o sea, los grandes entre los grandes.
No obstante, sin menospreciar en
absoluto el trabajo del fantástico diseñador, y dada la naturaleza generosa del que escribe,
desde esta columna ofrezco altruistamente los ingredientes básicos para un
relato de terror o guión cinematográfico. Basta conjugar los términos: amante, manolos, sábanas, hotel y sierra
mecánica. El resto lo dejo a su libre imaginación. A cambio sólo pido ser
citado en los créditos.
Antonio Jesús García