20
AÑOS NO SON NADA, (O SÍ)
Cuando
hace 20 años el Estado español decidió encargar un retrato de la
Familia Real, se pensó, y con razón, que nadie más indicado que
Antonio López para la realización de semejante obra. Pocos artistas
gozan del prestigio y la destreza del de Tomelloso. El pintor, como
en el tango popularizado por Gardel, debió pensar que 20
años no son nada
y este ha sido el tiempo empleado en concluír dicho encargo.
De
entrada, al contrario que en El
Guernica
de Picasso, que por mucho tiempo que pase siempre se nos antoja
contemporáneo, éste nos parece caduco desde su inicio, pues hace
veinte años ya nos parecería obsoleto por la rigidez y falta de
vida de los retratados. Como acierto reseñar el despojamiento del
boato y actitud regia tan común en obras similares, en un intento de
convertir a la Familia Real en ciudadanos sin ningún aura de
fascinación.
El
tiempo ha propiciado que, lo que pretendía ser un retrato al más
puro estilo de un pintor de cámara, se nos presente como una suerte
de hiperrealismo paradójico. Al contemplar la idílica y almibarada
imagen de la Familia Real de aquella época, como en una especie de
retrato
de Dorian Grey
a la inversa, desfilan a la vez por nuestra mente todos los pecados,
abusos y tropezones de la misma.
Donde
se pretendía representar a una moderna y trabajadora Infanta ahora
vemos a una presunta cómplice de las fraudulentas actividades de su
marido, eliminada de los retratos oficiales. Donde debíamos ver a
una hija mayor, tradicional, apegada a su familia; la encontramos
ahora divorciada con un hijo un tanto díscolo. La abnegada y
profesional consorte se nos presenta harta y cansada de los devaneos
de su esposo. Un rey que ya no reina apoyado en su familia, en
segundo plano, parece querer ocultar cacerías y otros asuntos. Y el
apuesto y casadero príncipe, ahora rey por una arcaica ley machista,
está casado con una plebeya de peculiar familia e invisible pasado.
Convendría
también plantear una reflexión sobre la vanidosa costumbre de las
instituciones oficiales de encargar retratos muchas veces a precios
astronómicos, incluso a artistas de segundo y tercer orden.
Hoy
los ciudadanos en lugar de ver en la obra los tiempos de bonanza de
la España de la época, pueden asociar los recortes que padecen como
consecuencia de ello. El deterioro y descrédito sufrido en estos
años por la Corona es tal que, de seguir en progresión, quién sabe
si con el tiempo La
Familia de Juan Carlos I,
así se titula la obra, será conocida como el advenimiento de la 3ª
República.
Antonio
Jesús García
Publicado
La Voz de Almería (11-12-14)
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