QUIERO SER
VASCO
Conocen el
chiste de aquel que va al medico para ver si podía hacerse vasco y el médico le
contesta que claro que sí, que bastaba con operarle y quitarle un poco de
cerebro; tras la operación y con acento vasco, el individuo inquiere de nuevo ¿podría
ser un poco más vasco aún? Y, tras una nueva operación, le dice al doctor:
collons, maco, t´has passat.
Pues bien,
sin chiste alguno, yo quiero ser vasco.
Cuando se
plantea, por ejemplo, posibilidad de un referéndum sobre la independencia de
Cataluña respecto al resto del estado español, no falta quien se apresura a
decir que sí, que se vote, pero que no lo hagan sólo los catalanes, que ellos
también quieren votar.
Mientras
que el previsible ascenso de la abstención en unas supuestas próximas elecciones se
vislumbra como un reflejo del hartazgo entre la población de este clima de
elecciones infinitas en el que nos encontramos imbuidos, pre-campaña, campaña,
generales, autonómicas, locales, europeas… resulta curiosa la animosidad con la
que se estaría dispuesto a votar en una ocasión así. Al margen de la falacia
que eso significaría, cabe recordar que, en el referéndum celebrado entre
Escocia y el Reino Unido, sólo votaron los del kilt.
En vez de
preguntar si se estaría dispuesto a conceder la independencia al País Vasco, se
podría formular el sufragio al revés, porque al igual lo que yo quiero es ser
vasco. Por qué no voy a querer forma parte de una región que a todas luces
funciona de forma mucho más eficiente que el resto de España. Los números así
lo demuestran: mientras la tasa de paro para el conjunto del estado se sitúa en
torno al 20%, la de Andalucía lo hace sobre el 30, en el País Vasco está en el
12. Su sistema foral le permite, por ejemplo, gestionar un 83% más de recursos que Galicia. Euskadi disfruta de una financiación
cercana a los 5.000 € por habitante mientras la media del resto del estado no
llega ni a la mitad. Duplica de más en recursos a comunidades como Madrid, Baleares, Andalucía o Valencia, lo que le permite ser mucho más
ambiciosa en el gasto público y mantener unos mejores servicios. Por ejemplo, el gasto
educativo por estudiante, el más alto del país, casi duplica al de la media
nacional y la inversión per cápita en recursos sociales casi triplica la media
española. Y otra cosa, ¿se han fijado que no se conoce ningún caso de
corrupción en Euskadi? ¿Quién no querría ser vasco con estos avales?
Aunque, puestos a pedir
votar en otras elecciones, abogo por hacerlo en las próximas presidenciales de
los Estados Unidos o las de Alemania de 2017, comicios en el que de verdad se
deciden asuntos que afectan directamente sobre nuestro futuro.
Antonio Jesús García