NO
SEAS BRUTO
A
punto de finalizar el Campeonato Mundial de Rugby, con aplastante dominio de
las selecciones del hemisferio sur frente al del norte, se impone una
pequeña reflexión acerca de este deporte, casi desconocido en España, que
es mucho más que unos mastodontes dándose de hostias sobre el césped.
Frente
a la omnipresencia mediática y esa chulería casi canallesca de un espectáculo
denominado fútbol, el rugby se nos muestra como un deporte centenario, orgulloso
de sus peculiaridades y, que si se ha caracterizado por algo, ha sido por su
transmisión de valores y su evolución constante, y cuya máxima es el respeto.
Respeto hacia un rival al que, a pesar de la dureza del en el juego, nunca se
intenta lastimar; respeto hacia tu compañero de equipo pues lo necesitas para
avanzar; y respeto hacia al árbitro al que solo se dirige el capitán y
tratándolo de usted.
Para
los aficionados del fútbol puede resultar sorprendente, pero en el rugby nunca
se discute una decisión del árbitro. ¿Qué sería de la prensa deportiva y de los
informativos de televisión si en el fútbol se actuase de idéntica manera?
El
rugby está basado en la solidaridad, en el trabajo en equipo, en la
camaradería, y en el esfuerzo común para conseguir un objetivo. Donde se
respetan las reglas, donde las decisiones se toman pensando en el bien común y
donde tú prójimo pueda llegar a ser tu competidor pero nunca tu enemigo.
No
estaría mal poder trasladar estos valores a la escuela, a la educación y a la
vida real, fuera del césped, incluso a la hora de hacer política.
Puestos
a mezclar política con rugby, qué mejor que Invictus, película dirigida por
Clint Eastwood, protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon, y cuyo visionado
y análisis debería de ser obligatorio en cualquier Plan Nacional de Enseñanza
Secundaria.
Basada
en el libro de John Carlin, El Factor Humano, narra la increíble y milagrosa
historia de cómo Nelson Mandela consiguió en Sudáfrica la reconciliación entre
blancos y negros. De cómo el mandatario sudafricano supo aprovechar la disputa
en Sudáfrica del Mundial de Rugby de 1995, deporte que simbolizaba la opresión
blanca, para buscar el apoyo de esta minoría, que a su vez temía una venganza
de la población negra, para reducir tensiones raciales y construir una nación.
Si
en su día Pablo Iglesias, el líder de Podemos, regaló la serie Juego de Tronos
al rey Felipe VI, no estaría de más que la clase política actual aprendiera de
uno de los mayores ejemplos que un pueblo ha podido dar a la humanidad.
Se
suele decir que el fútbol es un juego de caballeros jugado por brutos y el
rugby un juego de brutos jugado por caballeros.
Antonio Jesús García