ARQUIMEDES
EN EL TEJADO DE ZINC
Leo. Creo que es a lo que más tiempo he
dedicado este verano. A veces cosas sesudas, otras mero entretenimiento.
Algunas de gran calidad, otras no tanto; y en ocasiones, por qué no confesarlo,
bodrios infumables. El estío es lo que tiene, que te vuelves
perezoso y no seleccionas lo suficiente. Pero ante todo un gran descubrimiento,
un libro de esos que marcan, de los que, como ocurre con las grandes obras, tras su lectura no vuelves a ser el
mismo.
Hablo de Arquímedes está en el tejado, de
Juan Pardo Vidal. Novela ambientada en el año 212 a C. en Siracusa. Vierta en
una coctelera a un soldado romano nacido en Cádiz, al célebre matemático y a su
hija, una buena dosis de hechos históricos, cuyas lagunas son
suplidas por esplendidas fabulaciones, condiméntelo con las suficientes dosis
de emoción e intriga, junto a una porción de ciencia y otra de filosofía
a partes iguales. Mezcle con delicadeza y obtendrá un inusual relato histórico
donde la precisión de palabra del autor evita caer en el error que adolece
normalmente el género, librándonos de la descripción una a una de las
quinientas volutas de la maldita columna.
Es tal la concisión con la que Juan Pardo Vidal
maneja el idioma que convierte a su creación en una especie de híbrido entre
novela histórica y novela negra, pues toda ella está jalonada de una serie de
certeras sentencias. Algunas dotadas de la suficiente mala baba,
que el mismísimo Abulí no dudaría en poner en boca de su irreverente Torpedo,
inicialmente dibujado por Alex Toth y magníficamente redefinido por Jordi
Bernet.
Haciendo una prueba de audición para Sun Records, Sam Phillips, nada
convencido de lo que estaba escuchando le dijo a Johnny Cash que cantase como
si fuese a morir al salir del estudio, como si fuera última vez que lo iba
hacer. Ni que decir tiene que la oscura personalidad de Cash afloró a su
garganta y superó la audición. Encomiable actitud esta que no solo debería ser
inherente a todo intento de creación artística sino en la vida en general y que
es la parece guiar la pluma de Pardo Vidal a lo largo de esta obra. Sin duda
una de las características mas sorprendentes, y que mayor
placer proporciona, es comprobar como el escritor se juega la
vida en cada frase sin misericordia ni engaños, lanzándose al vacío sin red ni
protección alguna una y otra vez. Ahí su mayor virtud, sin por ello resultar
pretencioso ni artificial, como si deambular por el alambre fuera su hábitat
natural. Probable reminiscencia
del poeta que es o que fue, aunque según el propio autor se esté quitando y
solo se ponga de vez en cuando.
Y, por qué no decirlo, Arquímedes
está en el tejado en manos de Paulo Coelho daría para una nueva remesa de
azucarillos.
Antonio Jesús García
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