LA REINA DE ESPAÑA
Una nueva represalia más contra el mundo de la cultura. En esta ocasión
con motivo del estreno de La reina de
España, la nueva película de Fernando Trueba, que ha venido acompañada de
una fuerte campaña de boicot en su contra. El motivo no es otro que la supuesta
falta de españolidad del oscarizado director tras sus palabras pronunciadas durante
el discurso de agradecimiento al recoger el Premio Nacional de Cinematografía
de 2015. Unas palabras sacadas fuera de contexto de una, quizás, poco
afortunada alocución.
Respecto a los que además le exigen al cineasta el devolver o no optar a
subvenciones, hay que tener en cuenta que éstas nunca son a los directores sino
a los proyectos de producción. Estas empresas de producción sí que tienen que acreditar
nacionalidad española, pero nunca el director. De manera que han recibido la
pertinente ayuda del Ministerio de Cultura producciones mayoritariamente españolas como Lope (2010) o Exodus
(2014) de capital principalmente norteamericano, contando en el primer caso con
la dirección del brasileño Andrucha Waddington, y en el segundo del británico
Ridley Scott. En su momento proyectos
capitaneados por Anthony Mann (El Cid), Steven Spielberg (El Imperio del Sol) o Woody Allen (Vicky Cristina Barcelona) también gozaron de la colaboración del
gobierno, a pesar de, a buen seguro, lo poco españoles que se deben sentir.
Esto sin olvidar que en los 60 los americanos venían a rodar a España por las
ayudas que recibían.
Al margen de ser totalmente lícito lo español o no español que se pueda sentir una persona, resulta más que evidente
que la situación de millones de parados, la ley mordaza, los desahucios o la
pobreza energética no son motivos para estar muy orgullos de un país. Al contrario,
faltar el respeto de un país es evadir impuestos, es defraudar a la seguridad
social y lo es guardar capital en cuentas en Suiza. Falta de respeto es la
señorita Andrea Fabra gritando ¡que se
jodan!, a los parados, en el Congreso de los Diputados mientras se
presentaba el mayor recorte presupuestario acometido en la reciente historia de
España. Y la corrupción es la manera más brutal de ofender a un país, por mucho
que se tire de rojigualda en la correa del reloj o en el cuello del polo.
Desolador resulta constar, una vez más, la falta de respeto y estima que
por parte de un sector de la población, muy
español y mucho español, se le tiene a la cultura y a sus creadores. En cambio, unos señores que casi
con toda seguridad no suelen ir al cine, alardeando de que no van a ir a verlo,
son ridículos cuanto menos.
Antonio
Jesús García
Publicado La
Voz de Almería (8-11-16)
Pues yo pienso ir a verla, digan lo que digan, me la traen al pairo!
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