ODIO LOS PASODOBLES
A poco que uno pasee por las
calles de cualquier ciudad se puede topar con carteles promocionales de
conciertos de artistas y grupos como ABBA, Elvis Presley, Queen, Pink Floyd o
Led Zeppelin, algo relativamente lógico y normal si nos encontrásemos en plena
década de los setenta del siglo pasado, pero no tanto en el año dos mil
dieciocho donde, no sólo hace lustros que estos grupos no existen, sino que
muchos cambiaron el negocio de la música por el de la cría de malvas.
Imagino que para las orquestas de pachanga de
Wisconsin o Illinois temas como Sweet
home Alabama de los Lynyrd Skynyrd o Light
my fire de The Doors deben ser el equivalente nuestro a Paquito el chocolatero y Los pajaritos. Sin embargo, este tipo de
formaciones han pasado de ser decadentes espectáculos en hoteles para guiris
borrachos a llenar estadios con aforos multitudinarios y ambiciosas
producciones, mientras las figuras patrias se ven obligadas a reducir las suyas
para capear el temporal.
Odio los Pasodobles es una confesión, la alergia no se
puede evitar, nos declaraba Jorge Martínez al frente de Ilegales.
Reconozco que me pasa igual con las bandas tributo, esos grupos musicales que,
a base de hurgar descaradamente en nuestra melancolía, se han convertido en
todo un fenómeno.
Reproduciéndose más que un gremlin tomando las uvas en un jacuzzy copan las programaciones y
propuestas músico-culturales de instituciones y empresas con el beneplácito de
un público vago y perezoso emocionalmente, que prefiere enfrentarse a lo ya
conocido antes que a implicar sus neuronas en nuevas propuestas.
Quien
argumenta que los Stones o los Beatles nacieron como bandas de versiones pasan
por alto dos pequeños detalles. Uno: hacían versiones de diferentes artistas,
no dedicándose sólo a uno, a la vez que no eran clónicos, sino que adaptaban
los temas a su estilo y personalidad. Dos: si Beatles y Rolling ocupan un lugar
destacado en el Olimpo del rock´n´roll es gracias a los binomios Jagger-Richards,
y Lennon-McCartney, que firmaban la mayoría de sus éxitos.
También es cierto que, mientras la música electrónica y latina
invaden el panorama musical de las radio-fórmulas, existe una generación actual
huérfana de música y que además se interesa por un estilo que ya no se produce.
La música tributo cumple la función de proporcionar un espectáculo para todas
las edades, lo que viene a ser el oxímoron:
rock and roll para todos los públicos.
Si el arte es expresarte con tu propia voz, siempre quedará la
duda de saber si el aplauso del público es para ti o para tu avatar.
Antonio Jesús García
Publicado La Voz de Almería (5-4-18)
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