DE CENTRO
COMERCIAL
Resulta
inquietante observar el poco o nulo aprecio que la sociedad española tiene
hacia el ejercicio de la política. El descrédito de esta, de los políticos y de
sus partidos se ha convertido en un lugar común en los confusos tiempos
actuales. El fenómeno no solo se da en nuestro país, sino que se podría decir
que alcanza escala mundial. La primera prueba de esta degradación y rechazo que
sufre el elitismo político sería la habitual afirmación de barra de bar:
"todos los políticos son iguales”. Sentencia en la que se intuye un fuerte
componente de rechazo a los políticos a modo personal y por extensión a la
política en general.
Ya
se trate de una campaña de propaganda creada por algunos sectores, o de una
merecida apreciación a la labor de nuestros gestores; la máxima se ha extendido
como la pólvora entre una sociedad a la que aparentemente le resulta
indiferente la ideología política.
A
veces, conviene refrescar algunos conceptos básicos de economía política. El
pacto de presupuestos alcanzado por el presidente Pedro Sánchez y, el líder de
Podemos, Pablo Iglesias, pretende no solo agotar la legislatura sino dar un
claro giro social. Gracias a la mayor subida del salario mínimo en 40 años y
otras medidas se pretende acabar definitivamente con la reciente era de
austeridad. Aunque falte por aclarar el apartado de ingresos, la patronal ya se
ha manifestado en contra de las medidas y Bruselas desconfía de los números.
En
Ábrete Sésamo, o Sesame Street en original estadounidense, se podía contemplar a
Coco, una de las fantásticas marionetas creadas por Jim Henson, esforzándose
hasta la extenuidad por explicar a los niños conceptos elementales como qué es
arriba y abajo o qué es cerca y lejos. El monstruo peludo de color azul olvidó
enseñar otro concepto fundamental que sin duda habría hecho mucho más fácil la
comprensión política: la diferencia entre izquierda y derecha.
Por
si aún hay alguien para quien no haya quedado claro: subir el salario mínimo,
las pensiones, el apoyo a la educación y la ciencia, así como aumentar las
medidas para el desempleo, dependencia y vivienda; es de izquierdas. Por el
contrario, salvar bancos, autopistas y empresas privadas; es de derechas.
Intuyo,
lamentablemente, que la realidad de pensamiento imperante se asemeje a la
explicada perfectamente en uno de sus temas por Lendakaris Muertos, el grupo
punkarra pamplonés: la gente no es ni de izquierdas ni de derechas. La gente es
de centro, pero de centro comercial.
Antonio
Jesús García
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