EL POETA Y EL SIMBIONTE
No conocí a
Valente, no se dió nunca la circunstancia de que nos presentaran, pero,
evidentemente, sabía quién era y por ello me alegraba verlo caminar por el
Paseo de Almería, casi chocar con él cuando te lo encontrabas por la estrecha
escalerita de la oficina de Correos, o se le veía acompañado de alguno de sus
amigos, imagino, realizando gestiones bancarias y cosas así.
El simple hecho
ese, el de cruzártelo casualmente, te hacía sentir bien o esbozar una sonrisa, porque
eras plenamente consciente del valor que para una ciudad como Almería suponía
que un intelectual de la talla de José Ángel Valente la hubiera elegido para
vivir. Lejos de otros personajes más o menos conocidos que suelen optar por el
anonimato que les brinda el Parque
Natural, el poeta optó por fijar su residencia en un Casco Histórico aún no puesto
en valor en ese momento; haciéndolo además con una implicación total en la vida
de la ciudad, participando asiduamente en foros y debates; al margen del
beneficio que suponía su relación con otros intelectuales, entre la que habría
que destacar la colaboración con el fotógrafo Manuel Falces plasmada en diferentes
proyectos de los que se echa en falta su presencia.
Emociones
encontradas produce la apertura del Museo José Ángel Valente; por un lado la
evidente celebración por la apertura de nuevos espacios culturales en la ciudad
y, por otro, el estupor ante un proyecto museístico que a modo de
simbionte se apodera y domina el espacio
a musealizar. La casa del poeta se estructura en dos conceptos bien distintos,
por un lado está el que respeta parte del estado original de la vivienda, como el
estudio en el que trabajaba el poeta y, por otro, una recreación del supuesto
universo creativo del literato a través de la óptica personal del proyectista
del museo.
Ocurre con más frecuencia
de la deseada que la musealización de un
espacio se convierte en contenido del mismo, un museo dedicado a dos artistas,
uno el nominal, el poeta José Ángel Valente en este caso, y otro en la sombra,
el diseñador del museo.
Esto no quiere
decir que desde aquí se abogue por espacios expositivos clásicos e inamovibles
y no se admitan propuestas innovadoras, pero nadie entendería que la
ornamentación y disposición del Prado sobresaliese sobre los Velázquez.
Claro que esto
no es sino una consecuencia de la absoluta perversión que viene sufriendo desde
hace algún tiempo la palabra y el concepto
museo, un poco como el del chiste
de la máquina de cortar jamón y el bidet, que desde que a un bar de mi
barrio le pusieron El museo del jamón
y a la colección de quincalla de cualquier pueblo le llaman también museo, las
cosas ya no son como antes.
Antonio Jesús
García
(Fotografía
Manuel Falces)
señalar a titulo informativo que la presencia de la obra de Falces en el centro de interpretación es notable. En la sala de recepción hay dos obras suyas, una de ellas manuscrita por el poeta, que en su día adornaban la casa. En el primer piso hay una extraordinaria obra con la leyenda manuscrita "la isla de los poetas" también de la mano del poeta. En esta sala, por si fuera poco, de las tres vitrinas que adornan la casa, una de ellas esta dedicada integramente a las obras colaboración entre Valente y Falces. Todas estas obras son donación especial para el centro por Matilde Imberlón (viuda de Falces). Estas obras ademas estan disponibles para la consulta del visitante en la biblioteca junto al mostrador de recepción.
ResponderEliminarTambién a titulo informativo, señalar que la foto que acompaña esta entrada, no es de Falces, es de Luis Matilla.