(IN)CULTO AL CUERPO
Acostumbrados como estamos
a deidizar cualquier moda, un
nuevo Dios pagano al que se rinde pleitesía se está imponiendo de un tiempo a
esta parte, el culto al cuerpo. Que además es promocionado y comercializado por
gimnasios, pasarelas, revistas, dietas, etc. dando lugar a una sociedad en la
que se valora más la
estética que la ética.
No solo vivir para el
propio cuerpo deteriora las relaciones humanas, sino que las personas que pasan
muchas horas de gimnasio suelen desarrollar, no todos, evidentemente, un perfil
agresivo inducido por la necesidad de demostrar su fuerza física.
Dejando a un lado
patologías como la vigorexia, y lo extraño que puede resultar que una persona
se desplace en coche al gimnasio para hacer unos cuantos de kilómetros de
bicicleta estática, realmente molestos e insoportables se antojan los
conversos, aquellos que tras cambiar la terraza del chiringuito por la sauna de
gimnasio y la jarra de cerveza por un puñado de anabolizantes, como si de una
cruzada se tratase, dedican su tiempo y
energía a propagar la buena nueva e intentar convencer a los infieles. No
digamos ya si quien ha visto la luz es un personaje de cierta relevancia pública; uno de los mayores novelistas de la actualidad Haruki Murakami,
el autor de Tokio Blues y otras
esplendidas obras de ficción, nos martiriza en De qué hablo cuando hablo de correr con su obsesión por las maratones
y el triatlón. El dos estrellas Michelin Paco Roncero nos cuenta como a base de
maratones perdió treinta kilos en Correr,
cocinar y ser feliz. Algo similar le ocurre a Sir James Paul McCartney y su
gusto por las hamburguesas de soja., o a esos ex fumadores mutados en talibanes
anti humos.
Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver, frase
erróneamente atribuida a James Dean y que he ejemplificado el devenir de
innumerables estrellas del rock, da lugar a legar un, si no bonito, al menos
sano cadáver tras una larga y cuidada vida. Años de sacrificios y privaciones
para lograr vivir más años de sacrificios y
privaciones. Conducta similar a los de los esos ávaros que por tacañería viven
casi en la indigencia mientras les rebosa el
calcetín.
Alguna
teoría, oriental como toda teoría sobre el cuerpo que se precie, asegura que el
secreto de la longevidad está en comer lo mínimo y necesario y en la práctica
ausencia de sexo. Si esto es así más de uno va
morir muy joven, creo yo.
Todo el mundo me dice que tengo que
hacer ejercicio. Que es bueno para mi salud. Pero nunca he escuchado a nadie
que le diga a un deportista; tienes que leer, dijo el
dramaturgo y poeta portugués José Saramago. Y si es posible con una cerveza
fresca en la mano.
Antonio Jesús García
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