BARES,
BARES.
Y creo que he bebido más de 40 cervezas
hoy, berreaba Pablo Carbonell al frente
de Toreros Muertos y, aunque la marca solo esté al alcance de los grandes ases
del bebercio, no cabe duda de que la
afición a los bares es patente en todo el territorio nacional. Curioso
resulta que, frente a las continuas apropiaciones de supuestas identidades
culturales por parte de formaciones políticas de uno y otro signo, nadie haya
apostado por esta.
Los
vikingos acudían al hidromiel a la menor excusa. Iban a entrar en batalla y para
armarse de valor: hidromiel. Ganaban, y para celebrarlo: hidromiel. Perdían, y para combatir la tristeza: hidromiel. Nosotros nos
comportamos de forma similar. Todos los acontecimientos importantes en la vida
de una persona, desde el nacimiento, la boda, y hasta el entierro, el que no toma vino, el suyo viene de camino,
tienen su correspondiente celebración en una barra. Desde el desayuno, el café
mañanero, las cañas, el carajillo, a las consabidas copas. Nos encantan los bares.
No recuerdo si empecé a beber porque mi
mujer me dejó o si mi mujer me dejó porque empecé a beber, argumentaba Nicholas Cage en Leaving las Vegas, y es que, no nos engañemos, a los bares se va
a beber. Evidentemente también se come y bien, todo en los bares sabe mejor solía decir el crítico taurino Jorge
Laverón, pero en un bar se bebe y se bebe alcohol. La sin, los zumos y los refrescos son engendros del maligno, eso
de tomarse un mosto acompañado de una tapa de callos a la madrileña debería de
estar penado por la Convención de Ginebra.
Bares qué lugares, tan gratos para
conversar, popularizó Gabinete
Caligari, y es que en los bares se ríe, se llora, se cierran tratos, se cuentan
penas, se ama y hay hasta quien folla. También se intenta ligar, como tradicionalmente
hacían los niños de bien durante el vermut tras la misa de doce. Eso por no
hablar de la larga tradición de escritores, desde Hemingway
a Sartre, que gustaban de buscar la
inspiración sobre a la mesa del bar.
Pero,
lo más importante, en los bares, se escucha música, se escucha rock and roll y
se disfruta de él. Se descubren temas, grupos, intérpretes, etc, no es posible
comprender este movimiento sin el concurso de los bares y las añoradas jukebox.
Nada está
suficientemente perdido si podemos bajar a bar. Cuando todo parece no tener
sentido, o a lo mejor no lo tiene, cuando no consigues dar esquinazo a tus
fantasmas, siempre nos queda el bar. La
noche vuelve a empezar… en el mismo bar de siempre, cantaban los granadinos
091.
Volviendo
a Pablo y a los Toreros: Soy nuevo en
esta ciudad, no sé dónde está el museo, pero si salgo a pasear ya sé lo
me voy a encontrar: bares, bares.
Antonio
Jesús García