LA PANDEMIA DEL MILENIO
Suele ser habitual,
cada cierto tiempo, el recibir de la OMS advertencias sobre la propagación de tal
o cual posible pandemia como la gripe
aviar, o la gripe A. Sin embargo
nadie ha alertado de la pandemia que ha afectado a un mayor número de personas
y que más rápidamente se ha extendido entre la población: la de los fotógrafos.
La accesibilidad de
la tecnología ha propiciado que prácticamente cualquier persona del mundo tenga
una cámara fotográfica o como mínimo un móvil con cámara. Los automatismos de
disparo y los programas de edición posibilitan la obtención de imágenes
fotográficas a cualquier ser del planeta.
Igual que para el público
no especializado le es mas fácil asumir una propuesta pictórica de carácter
figurativo, por muy dudosa que esta sea, que una de arte contemporáneo de
primer nombre; el gran grado de iconicidad de la fotografía como medio permite
una fácil identificación del espectador con la misma.
La banalización del acto fotográfico permite que cualquiera pueda hacer
una foto, pero muy pocos cuentan una historia con ella. No hay que olvidar que
la fotografía es un medio de comunicación, habrá que saber qué se quiere decir
y técnicamente cómo se puede decir para poder hacerlo.
Inútil se antoja
explicar que las fotos las hace el fotógrafo, no la cámara y sin embargo es
habitual escuchar la expresión: tengo un
cámara que me hace unas fotos magnificas. ¡Diantres! Ya es tener suerte, a
lo largo de mi vida he tenido varias decenas de cámaras y siempre las fotos he
tenido que hacerlas yo.
El estereotipo de
que hacer fotos es fácil y no cuesta trabajo ha estado siempre ahí, latente en
el imaginario colectivo. Ya sea en películas, anuncios o series de televisión
el papel de fotógrafo siempre está asignado al hijo díscolo que quiere dejar
los estudios pero que en el fondo es buena persona, o a la señora que soluciona
su crisis familiar y existencial yéndose
a la Toscana a hacer fotos. De ahí que no sea extraño que al conocer a un
fotógrafo alguien diga: eres
fotógrafo, siempre he querido hacer
fotos. Nadie imagina la escena con un cirujano: ¡Oh! siempre he querido operar. No es lo mismo, esgrimirán algunos, yo puedo coger una cámara y hacer fotos
cuando quiera. Y yo puedo coger un bisturí y operar de apéndice a mi vecino
del quinto. Otra cosa es que se me muera en el intento, que las consecuencias sean
distintas, que me metan en la cárcel o que su hijo me pegue un tiro en el
portal, pero el resultado no deja de dictar mucho del fotográfico.
De la misma manera que escribir la lista de la compra, aunque lo hagas
bien, con buena letra y sin faltas de ortografía no te convierte en Cortázar,
hacer
fotos enfocadas y nítidas no te
convierte Cartier Bresson.
Antonio Jesús García
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