POR DELANTE Y POR DETRÁS
La Escuela de Arte de Almería está
instalada en un edificio histórico y bastante ecléctico, datado en la segunda
mitad del siglo XIX y parte del XX. Con rasgos clasicistas y neogóticos, su
claustro se remonta al antiguo convento de Santo Domingo, fundado en 1492 por
los Reyes Católicos. Situado en pleno centro de la ciudad, el inmueble está
dotado de dos accesos desde las plazas Virgen del Mar y Pablo Cazard. Siendo
inicialmente la entrada principal la que se encuentra junto al Santuario,
mientras que la otra lo es a partir del proyecto de agregación de segunda
planta acometido en 1954 por el arquitecto Guillermo Langle.
Dicho proyecto incluía, según planos
originales, coronando la entrada, un relieve con el escudo de la ciudad. Sin
que al parecer se tenga constancia de cuándo ni por qué, éste se modifica y es
sustituido por el del Águila de San Juan, cuyo uso fue instrumentalizado por el
dictador Francisco Franco, que lo utilizó como uno de los símbolos de su
régimen. Durante la Guerra Civil y tras influencias y presiones de Falange se
designó como escudo representativo del bando sublevado y de su ideología.
Llamado coloquialmente como el escudo del águila.
Otra cosa se le podrá discutir al señor
del bigotillo, pero no su sentido la oportunidad. Aunque el escudo fuese
popularizado por Isabel La Católica y ya había caído en desuso sobre 1580, al
instaurarlo él, como si de un linaje real se tratase, legitima y emparenta
directamente su régimen con los mismísimos Reyes Católicos. Incomprensiblemente
en la actualidad, gracias a la desidia de las administraciones responsables e
incumpliendo flagrantemente la Ley de Memoria Histórica, el pajarraco sigue
presidiendo la entrada al edificio.
Curiosamente en la misma plaza, justo
enfrente de la entrada al centro, se encuentra la salida para visitantes de la
Red de Refugios Subterráneos que había sido diseñada con anterioridad por el
mismo arquitecto para la protección de la población civil durante los
bombardeos.
Por lo que se da la paradoja de que el
águila en la fachada, cual ave rapaz en un punto prominente, parece observar el
entorno esperando el momento de lanzarse sobre su presa: los visitantes de los
refugios, como si de una reminiscencia de los aparatos de la aviación rebelde
se tratase.
Respecto a las teorías que argumentan
que este tipo de símbolos no se deben de tocar por ser algo intrínseco a su
época y al edificio en el que se encuentran, hay que aclarar que no es de recibo
valorar la obra por la pegatina de la fachada. Es como si dentro de cincuenta
años alguien argumentase que no se pueden retirar de las fachadas de los
institutos los metacrilatos verdes y blancos de la Junta de Andalucía.
Antonio Jesús García