jueves, 3 de marzo de 2016

Fast Thinking


FAST THINKING

De siempre han existido los listados, de todo tipo, generalmente en publicaciones didácticas  más o menos accesibles para el gran público, del tipo Las mejores películas de la historia,  los mejores discos de rock o 1000 sitios que ver antes de morir. Con mayor o menor rigor se han elaborado listas con supuestos fines educativos y culturales, mejores obras de la literatura universal, los mejores hoteles con vistas o dónde hincarle el diente al mejor lechazo, ocultando un fin meramente comercial en la mayoría de las ocasiones.

El alto e inmediato grado de difusión de internet posibilita que de un tiempo a esta parte proliferen estos listados, siendo algunos de lo más peregrinos. Por ejemplo: Las 20 palabras más bonitas del idioma español. Etéreo, melifluo, inefable e iridiscencia figuran en el mismo.

¿Quién ha realizado ese listado? ¿Quién decide qué palabra es más bonita que otra? ¿En base a qué criterios se hace? Poca trascendencia parece tener  el resultado al margen del alucina pepinillos de los seguidores  de Mujeres y hombres y viceversa, o cualquiera que maneje menos de quinientas palabras de vocabulario al enfrentarse a palabras de cuatro o cinco sílabas. Incluso al día siguiente nos podemos topar con las 20 más feas, y que un tercio se repita.

Empresas, partidos políticos e instituciones invierten energía, dinero e ideas en intentar conseguir ser trending topic, tema de tendencia. La esclavitud  del hashtag, esa etiqueta con pocos caracteres en la que se engloban  los enunciados en twitter, y que en función de la misma te leerá más o menos gente. Efímero éxito este, pues al instante se superado por la siguiente tendencia, y cuya utilidad es más que discutible.

Las redes sociales aceleran el consumo de ideas y esas ideas deben ser a su vez superficiales para que se puedan consumir y asimilar pronto. O ni siquiera asimilar, solo consumir. Lo lees, lo consumes, al rato lees otra cosa y ya has olvidado lo anterior.

La avidez de este tipo de consumo propicia que sea habitual encontrarse con los más variados listados, desde las canciones más tristes de la historia, los trabajos más extraños del mundo, o las posturas sexuales favoritas del ornitorrinco.

Cabría preguntarse si la gente se aferra a las redes sociales para impostar un criterio u opinión; o si es el sistema el que intenta evitar a toda costa que se reflexione por uno mismo.

Una suerte de pensamiento basura,  de fast thinking, cuya irreflexividad nos puede llevar a postear me gusta a una frase o pensamiento del oscuro Heráclito y media hora más tarde, sin ningún tipo de rubor, hacer lo propio  con otra de su antagónico Parménides. Dale a me gusta.


Antonio Jesús García

Publicado La Voz de Almería (3-3-16)





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