LAS OPINIONES SON COMO LOS CULOS
Lo sentenciaba Harry el sucio en La Lista Negra, quinta entrega del policía creado por Don Siegel e interpretado por Clint Eastwood y su Smith and Wesson Magnum de calibre 44: Las opiniones son como los culos. Cada uno tiene el suyo.
Cada uno tiene su propia visión de las cosas y, por muy razonados y sesudos que sean tus planteamientos, nunca conseguirás convencer a todos. Las opiniones sólo son eso: opiniones. O culos, como diría el inspector Callahan.
En la actualidad se hace difícil entender la parrilla radiofónica y televisiva sin tertulias. La crisis, la aparición de nuevos partidos y la inestabilidad política han revitalizado un formato barato de producción y que se adentra en ese hábito tan español de discutir apasionadamente sobre cualquier tema, ya sea en casa, en el trabajo o en la barra del bar.
Bien es cierto que, en ocasiones, las opiniones de expertos en tal o cual tema pueden ser dignas de tener en cuenta para nuestra reflexión. Se supone que la visión de un especialista en un campo determinado nos ayuda a conocer el tema sobre el que pretendemos crearnos opinión.
Sin embargo, nos encontramos inmersos en la eclosión de los tertulianos, de los opinadores de sillón. Personas que durante un día tras otro, de plató en plató o columna en columna, emiten su opinión de perito sobre cualquier tema que se les ponga delante, ya sea la paz mundial, la teoría de cuerdas o la masturbación del cangrejo de río.
Lo importante es exponer una idea distinta, original, que llame la atención del público, y defenderla vehementemente de la forma más airada posible, ya sea verdad o no.
Resulta inverosímil que ante un hecho nos encontremos con opiniones diametralmente opuestas de imparciales expertos diferentes. Lo que para uno es motivo de felicidad y algarabía, para el otro es el augurio de la catástrofe. De absoluta vigencia serían los versos de Campoamor: En este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.
Cercano al ridículo es el cariz que estas tertulias pueden alcanzar en cuanto se adentran en el embarrado terreno de la política, donde el sesgo partidista es tan evidente que dudo de su efectividad. Sonrojante puede resultar el análisis y forma de juzgar una acción determinada en función de la afinidad ideológica o no con la persona que la ha cometido.
El sistema capitalista o la conspiración judeomasónica suelen ser el origen de todos nuestros males en función del color de la silla sobre la que nos postremos. O echarle la culpa a la herencia recibida; frase esta atribuible a Mariano Rajoy. O ¿era de Jordi Pujol?
Esa es mi opinión, pero ya saben....
Antonio Jesús García
Publicado La Voz de Almería (12-5-16)
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