NO ME CONSTA, NO SÉ, NO LO
RECUERDO
No sé ustedes, pero
afirmaría que, al menos mi generación, nos sentimos engañados respecto a la
educación recibida.
El desconocimiento de la
ley no exime de su cumplimento. Ignorantia
juris non excusat. Principio de Derecho que los profesores nos soltaban a
modo de letanía ante los continuos "yo
no sabía que no se podía..." hacer tal o cual cosa.
Ya puedes haber sido
Ministro de Economía y director del Fondo Monetario Internacional; o inspector
de Hacienda y presidente del Consejo de Administración de Caja Madrid, que la
única defensa ante las tarjetas black es decir que no sabías que no eran
ilegales.
O féminas, aparentemente
modernas, pero que esgrimen idéntica defensa Con decir que no sabías qué era lo
que habías firmado es suficiente.
No sé nada, soy mujer, yo sólo firmaba lo que me decía mi marido. Mujeres supuestamente con
formación superior e inteligentes, alardeando de su condición de floreros,
afirmando no saber nada de lo que pasaba en sus casas, ni de dónde salía la
ingente cantidad de pasta que les permitía llevar su elevadísimo tren de vida.
Flaco favor también a la causa feminista, tantos años de lucha para esto.
Gastos infinitos sin
justificar, lujos por doquier, la aparición espontánea de un deportivo en el
garaje, las fiestas de los niños y los empleados del palacete… No lo sabía, no sé, no me consta, no lo
recuerdo.
Debe ser la prueba
empírica de que la enseñanza pública funciona mejor que la privada, pues, por
muchos colegios de pago y extranjeros en los que hayan sido formados, se ve que
a ninguno le enseñaron que la ignorancia de una ley no excusa de su
cumplimiento.
Hacienda somos todos fue el slogan publicitario lanzado en 1977 ante la
creación del sistema con el fin de fomentar la conciencia fiscal entre los
ciudadanos para que todos pagaran sus impuestos. Uno vive creyendo que todos
disfrutamos del beneficio o la productividad de ese dinero con el que todos
colaboramos, cuando la abogacía de Estado nos saca de nuestro error ilustrándonos
con que sólo se trataba de un lema publicitario.
La justicia se representa por
la figura de una mujer con los ojos vendados y una balanza en una de sus manos,
lo que significa que la justicia es igual para todos. Regla que, al parecer,
tampoco es cierta, pues personas actuales, cultas y preparadas, son eximidas de
responsabilidad ante lo que han firmado, al tiempo que una pobre anciana
analfabeta sí debe responder ante la firma de unas preferentes en un banco.
Toda una vida construida
sobre supuestos preceptos equivocados.
Antonio Jesús García