ESPACIOS EN BLANCO
La expresión Novela Gráfica suele hacer
referencia a un tipo de historia dirigida a lectores, por así decirlo, maduros;
y podríamos distinguir dos booms del término: El primero, a finales de los
setenta, cuando la expresión aparece en las cubiertas de Bloodstar, de Richard
Corben, en 1976, y en 1978 en la del Contrato con Dios de Will Eisner, el
considerado padre del fenómeno. Y el segundo, a principios del siglo XXI, con
obras de temática costumbrista y publicado por editores no convencionales,
destacando los autores francófonos, ya sean canadienses, como Pyongyang de Guy
Delisle, en 2004, o franceses, como Persépolis de Marjane Satrapi en
2000.
Para Paco Roca, uno de los máximos exponentes
españoles de este movimiento y cuya obra Los Surcos del Azar, publicada por
Astiberri, reconstruye la historia de La Nueve y que fue elegida como el mejor
cómic nacional en el Salón de Cómic de Barcelona de 2014, este género le
permite “una narrativa diferente y una
mayor cabida de diferentes temáticas y enfoques gráficos”.
De reciente publicación y también editado por
Astiberri, nos encontramos con Espacios en Blanco, de Miguel Francisco, donde
ajusta cuentas con su pasado y con los hechos acontecidos a su familia durante
el periodo de la guerra y la posguerra. Si la obra de Roca se podría calificar
de necesaria por lo que de recuperación de nuestra memoria tiene, la sinceridad
y honradez con la que Francisco se enfrenta a su historia es casi desoladora.
Durante su exilio laboral en Helsinki, mientras
creaba Angry Birds a destajo, Francisco decide, para dejar como legado a su
hijo, rellenar esos espacios en blanco de la historia de su familia, construir
esos huecos y vacíos de las conversaciones mantenidas con su propio padre
acerca de la infancia de éste junto a su progenitor, abuelo del autor, durante
la Guerra Civil y la postguerra. Naturales de Sorbas, la historia de los
antepasados de Miguel Francisco es, a su vez, la historia de muchas familias
españolas, por lo que lo que tiene de catarsis y de terapéutico para el autor,
lo tendrá a su vez para los lectores que se paseen por sus páginas.
Si el término arteterapia, es decir, la
capacidad del arte como forma de comunicación para expresar y comunicar
sentimientos incitando a la reflexión, lo utilizamos, generalmente, para cubrir
con su amplio manto un sinfín de buenas intenciones de valor artístico más que
discutible, en este caso no lo es en absoluto, ya que el autor, a través de su
inigualable narrativa, trasciende más allá del cómic para acercarnos a lo
que somos a través de lo que hemos sido.
Antonio Jesús García