SURREALISMO
MÁGICO
Conocida es la sensación experimentada por
muchas personas al viajar por primera vez a ciudades como Nueva York: la de
tener la impresión de haber estado ya ahí y no albergar la sensación de
sentirse como un completo forastero, sino la de encontrarse familiarizado con
el entorno. Al reconocer las calles y edificios de una ciudad gracias a la gran
pantalla, por haberlos visto representados en infinidad de películas.
Algo similar ocurre al pasear por Almería, y
especialmente por las desérticas ramblas de Tabernas, pues, a poco que alguien
haya visto unos cuantos westerns, el paisaje le resultará extremadamente
familiar. Leone, Milius, Lester o Lean son una pequeña representación de la
infinidad de directores que optaron por plantar su trípode en esta sureña
localidad durante los sesenta y setenta, la denominada edad de oro en cuanto a
la producción cinematográfica se refiere.
Historia esta ya narrada y documentada en numerosas
ocasiones. Podríamos afirmar que se ha explorado suficientemente la incidencia
del paisaje almeriense en las filmaciones de la época, pero que no lo ha sido
tanto en el sentido inverso, en ilustrar la huella que el cine dejó en los
habitantes de esa ciudad.
Si convenimos que el realismo mágico es la
corriente literaria que se caracteriza por la inclusión de elementos
fantásticos en la narración para enfatizar la realidad, de surrealismo mágico
podríamos calificar el contenido del documental El bueno, la bomba y el malo de
Carles Prats y Manel Mayol, presentado al público durante el Festival de Cine
de Almería.
No se trata de una realidad aderezada con
extraordinarios ingredientes, sino de realidades distorsionadas por fantasías
concebidas como aparentes recuerdos, auténticas e irrefutables verdades que
nunca han existido pero que anidan como tales en el sentir los personajes.
Por si ello fuera poco un avión nodriza KC-135 y
un bombardero B-52, junto a unas cuantas bombas nucleares, trufan esa realidad
con un fantasioso pero verídico hecho digno de un guión cinematográfico al uso,
y que a punto estuvo de hacer desaparecer del mapa esta esquina de la península
ibérica.
Por fortuna esto no ocurrió así, Fraga pudo
protagonizar una de las más icónicas imágenes de nuestra reciente historia; y
un puñado de años más tarde Carles Prats, con la maestría que le caracteriza,
otorga voz y protagonismo a quienes otros sólo considerarían extras o
figurantes pero jamás cabezas de cartel.
Antonio Jesús García
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