jueves, 1 de febrero de 2018

Oye Nena, Yo Soy un Artista



OYE NENA, YO SOY UN ARTISTA.

Si bien es cierto que entre las altas esferas el arte sigue siendo objeto de inversión y mercadeo para nuevos ricos (Juan Antonio Roca, el cerebro de la corrupción urbanística en Marbella, tenía un Miró en su cuarto de baño), el mercado del arte está en crisis. Aunque, la verdad ¿cuándo no lo ha estado?

El artista ya no vende como antes y recibe muchos menos encargos de trabajo aunque parezca extraño que siga teniendo que comer, vestirse y esas cosas que se suelen hacer. El galerista, tres cuartos de lo mismo, no vende ni una escoba. La situación es acuciante para ambos y se impone reinventarse y buscar nuevas fórmulas para conseguir ingresos. Uno de estos caminos alternativos y bastante de moda últimamente son los workshops o talleres formativos impartidos generalmente en las propias galerías por los creadores en un intento de rentabilizar el espacio.

La idea no es novedosa, en el Renacimiento ya existían los talleres de artistas, aunque con algunas diferencias sobre los actuales. El taller era el ámbito físico donde se realizaba el trabajo, con una jerarquía establecida relacionada con la competencia y especialización de un grupo de trabajadores-discípulos coordinados por el artista principal durante la producción de la obra. Rafael no sólo nombró herederos de su taller a Giuliano Romano y Gianfrancesco Penni, que habían llevado a cabo muchos de los cartones preparatorios de sus pinturas, sino que éstos prolongaron la actividad de la firma “Rafael” hasta más allá de la muerte de Sanzio. 

Por desgracia la moda, o la necesidad, ha propiciado que muchos artistas se aúpen al carro de impartir cursos y clases magistrales; dándose la circunstancia además de que algunos de estos nuevos docentes, en la época de las vacas gordas, despreciaban y denostaban a los que, tras superar la formación y pruebas adecuadas, se dedicaban a la enseñanza reglada.

Galerías, escuelas municipales, asociaciones, etc., convertidas en centros de enseñanza alternativos. Paradójicamente, al contar con otras fuentes de financiación, estos centros suelen estar dotados con más medios que la enseñanza oficial, creándose un triste agravio comparativo.

Dando por sentada la importancia de formarse continuamente y lo provechosos que muchos de estos cursillos pueden resultar, no falta quien lo que pretende es no pasarse mucho tiempo en clase, sino aprender truquillos y después poder presumir de discípulo del artista conocido de turno. Un fast food de la información.

Oye nena, yo soy un artista, cantaba Siniestro Total en un vaticinio del postureo actual.






Antonio Jesús García

Publicado La Voz de Almería (1-2-18)


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