ESENCIA OCULTA DE LA CIUDAD
Allá donde se cruza la avenida de Vilches con
la calle Granada, sin publicidad ni signo exterior alguno de identificación, se
encuentra uno de esos locales denominados de culto en cuanto a lo que la oferta
gastronómica en la ciudad se refiere.
En un estrecho local desangelado y aséptico,
tras una alargada barra que comunica directamente con una diminuta cocina, opera
y se maneja una sola persona que atiende y prepara tapas a la vez y que pregunta por escrupuloso orden. Dando entrada con
la mano, como una especie de Karajan del mostrador, al uso de la palabra para
pedir la bebida y después la comida. Primero a las violas y violines, después a los oboes y fagots y por último a los
timbales. Todo a su debido tiempo.
Tras la anotación, el director de orquesta
muta en druida y, como tal -no olvidar que la palabra druida proviene del
latín druides, que a su vez fue
considerada por los antiguos escritores romanos como proveniente de la palabra
nativa en céltico para figuras sacerdotales- elabora pócimas en función de
su conocimiento como el vermut o el tinto de verano, que son realizadas bajo
complejas y secretas recetas.
Seguidamente se produce la alquimia,
conocida como la ciencia de las ciencias
que aseguraba ser capaz de transformar la materia a su antojo, por la que un
trozo de queso fresco, tomate, aceite u otros sencillos y primarios alimentos
mudan en la docena de exquisiteces al paladar que componen la carta de tapas
elaboradas en el momento.
Todo está medido y estudiado con
precisión milimétrica, desde la cantidad de género que compone cada plato o
bebida, hasta su disposición de almacenamiento, como si de un tetris se tratara,
en el estrecho local. Un ejemplo de método, orden y eficacia tras una barra digno
de ser estudiado por otros establecimientos del sector.
Ese trabajo, y la meticulosidad con que
se realiza, propicia unos tiempos de espera más largos de lo deseado, durante
los cuales los parroquianos, sabiendo dónde están y a qué han ido, instruyen al
amigo novato que osa pedir su cerveza a las primeras de cambio. Advertir que no se trata de un lugar apto para todos los caracteres,
pues la liturgia del local puede exasperar al no iniciado. Porque, a qué
no decirlo, encierra también algo de masoquismo el chatear bajo la espada de
Damocles, por si te va a caer una reprimenda si se pide una ronda antes de
tiempo.
Esencia oculta de la ciudad que a buen
seguro que muchos de ustedes habrán identificado claramente, y que si no usa
letrero no vamos a ser nosotros quienes la identifiquemos.
Antonio Jesús García
Lo suscribo todo. En este bar el tiempo corre de otra manera, las tapas no. Además, el dueño así se ahorra ir al gimnasio. Recomendable.
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