DE
CUNETAS Y DE ALTARES
Recientemente diferentes
autoridades provinciales asistieron a la ceremonia de Beatificación de los
Mártires de Almería en el Palacio de Congresos y Exposiciones de
Aguadulce. Aparentemente no parece haber diferencia entre los altares
de la Memoria y los de la Beatificación, dedicándose unos y otros a poner cadáveres sobre la mesa.
La gran diferencia estriba en
que, mientras unos son elevados a los cielos, los otros permanecen en las
cunetas. Parece haber un empeño permanente en no dejar pasar oportunidad
de recordar quién ganó la guerra, en diferenciar claramente quiénes son sus
muertos y quiénes no.
Cuando se dice eso de dejar a los muertos en paz y lo de no reabrir heridas se sigue sin querer reconocer que hay muertos que no descansan y heridas que nunca se cerraron.
Para desenterrar a familiares
de las cunetas no debería ser necesaria ninguna Ley de Memoria Histórica,
sino una obligación del Estado de responder y resarcir de esas
desapariciones. Todo ello con la dignidad y respeto que merecen las
víctimas y sus familiares. Y además, si es posible, todo alejado de la
habitual parafernalia de cámaras y micrófonos. Es cierto que en las
cunetas o en las tapias de los cementerios estaban todos y que cada uno es
libre de colgar en su habitación los posters de su grupo favorito. A fin
de cuentas sólo se trata de personas, de mortales de carne y hueso,
envueltas en un vendaval de odios y rencores. A menos que creamos que todo
está bien como está, enterrar a los muertos con dignidad no es desenterrar
odios, pues, mientras unos se encuentran perfectamente localizados y con
sus nombres inscritos en los muros de las iglesias, los otros no se saben
dónde están.
Por eso resulta inviable esa
equidistancia que para algunos consiste en dejar en un limbo los restos de
los represaliados enterrados en las cunetas o directamente desaparecidos y
que sus familiares sigan sin saber dónde se encuentran.
Curiosamente, no hace mucho, ese mismo Ayuntamiento se negó a facilitar hospedaje a un grupo de senderistas que conmemoraban La Desbandá, aquella salvaje matanza indiscriminada de población civil por parte del ejercito fascista.
Indigna que con dinero
público se realicen estas claras diferencias, que unos muertos se ignoren
y otros se beatifiquen. Un bello gesto sería que este Ayuntamiento
programase la exhibición de la exposición La
huella solidaria. El legado del doctor Bethune, producida por el
Centro andaluz de la Fotografía, con el fin de descubrir la trayectoria de
este singular médico y sus acciones humanitarias.
Antonio Jesús García