HUMOR SIN IRA
Lejano y viejuno se antoja
el lema Libertad sin Ira,
popularizado por el grupo Jarcha en 1976 durante la otrora considerada modélica
y ejemplar Transición.
El tema se presentaba como
un canto a las libertades teóricamente recobradas tras la muerte del dictador,
donde se apelaba a un espíritu de reconciliación alejado de todo revanchismo, sin
ira, contraponiendo los valores democráticos de las nuevas generaciones,
frente a la tendencia autoritaria de las anteriores.
Sin embargo, en la
actualidad, ese clima de tolerancia parece haberse diluido cual azucarillo en
el Atlántico y cada vez es más frecuente el veto, la censura, e incluso la
persecución al tratar determinados temas.
Se cuestiona e intenta
debatir sobre los límites del humor. Desde la antigüedad, los bufones, los
humoristas no sólo eran los encargados de entretener a la corte sino que,
además en muchas ocasiones, por medio de su gracia e ingenio, eran quienes
decían lo que nadie se atrevía a hacer, desvelar que el rey iba desnudo. Está
claro que esa osadía podía costarles la cabeza en algunos casos, pero se supone
que ahora deberíamos ser más
civilizados.
Hay que agradecer a las
revistas de humor como El Jueves, o La Codorniz en su momento, su desafío continuo
a la permisibilidad institucional, enseñándonos siempre cómo pensar y ver las cosas
de una manera distinta. Sólo en un programa como El Informal, dirigido por Javier Capitán, se podía enterar uno de
que un señor muy campechano cazaba osos borrachos a cambio de un pastizal en la
Europa del Este.
Al humor se le examina
bajo una lupa mucho mayor que con la que a otros temas como, por ejemplo, la
violencia. Uno puede escribir un guión o novela sobre un violador psicópata o
asesino en serie y a nadie se le ocurre acusar de asesino al autor, mientras
tanto, sí ocurre así con los chistes. Según el chiste que hagas puedes ser
tildado de racista, machista, homófobo, etc., hagas el que hagas siempre se
puede ofender alguien.
Decía Mark Twain que el
humor es igual a tragedia más tiempo. Cualquier suceso traumático de carácter
catastrófico como una guerra, un terremoto o un atentado, puede acabar siendo
objeto de chiste una vez establecida suficiente distancia sobre los hechos.
Pero, ¿cuánto es ese tiempo? Imagino que dependerá de la madurez de la sociedad
y sus instituciones, pues, mientras en Estados Unidos ya ha transcurrido el
suficiente para hacer chistes sobre las Torres Gemelas, aquí no aún para
hacerlos sobre Carrero Blanco.
Por otro lado, está muy
bien eso de ir a París a manifestarse a favor de la libertad de expresión
cuando los atentados de Charlie Hebdo mientras que aquí se condenan a tuiteros…Eso es coherencia.
Antonio Jesús García
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