jueves, 4 de mayo de 2017

El Preso Número Nueve


EL PRESO NÚMERO NUEVE

Valorar la labor de personajes históricos bajo unos parámetros contemporáneos nos podría llevar calificar de negreros a personajes como Franklin, Jefferson, Washington que, aunque fueron propietarios de esclavos, abogaron abiertamente por la abolición; o reducir a genios como Gaudí o Zurbarán a la categoría de simples beatos.

Es habitual calificar de machistas a infinidad de artistas del rock, como Lennon, Hendrix o Loquillo, cuyas composiciones y trabajos no pasarían el filtro de la actualidad.
Dejando a un lado las lecturas acusatorias, o redentoras, se impone reflexionar para corregir y educar.

Uno de los exponentes del patriarcado reinante lo encontramos en las aparentemente inofensivas canciones infantiles tarareadas por generaciones de críos. Al pasar la barca, me dijo el barquero las niñas bonitas no pagan dinero… yo no soy bonita ni lo quiero ser, las niñas bonitas se echan a perder… Asumirse fea, con el implícito menoscabo de autoestima, era la única forma de salvarse. “El cocherito leré, me dijo anoche leré, que si quería leré, montar en coche leré. Entre el barquero y el cocherito, vaya colección de pederastas campando a sus anchas sin denuncia alguna.

Clara definición de roles por parte de la bruja Avería, con las voces de Alaska o Santiago Auserón, en el más que moderno programa, en su momento, La Bola de Cristal: Si se ríe usted, señora, romperá la lavadora. Si se ríe usted, señor, romperá el televisor.
Llama la atención que ese revisionismo sea tan laxo con otros géneros y se cargue la culpa casi exclusivamente en el rock and roll.

El Preso número nueve, tema de Roberto Cantoral y popularizado por artistas nada sospechosos de ser tildados de retrógrados como Joan Báez, era alegremente cantado por el progerío del momento sin apreciar escandalo alguno.

El preso número nueve relata la historia de un condenado a muerte por haber matado a su mujer y a un amigo desleal. Le dice al confesor: Padre no me arrepiento ni me da miedo la eternidad. Yo sé que allá en el cielo el ser supremo me ha de juzgar. Voy a seguir sus pasos voy a buscarlos al más allá. No sólo no se arrepiente sino que, emulando al Gran Maestre del Temple Jacques de Molay al ser quemado vivo frente a Notre Dame, apela a un juicio justo con Dios que lo absuelva de su crimen.

Ahora nos asustamos, pero los españoles de más de 50 años hemos sido educados en una cultura que admitía el crimen cuando el hombre era traicionado por su mujer. Para colmo, el tema nos aclara que el preso numero nueve era un hombre muy cabal.


Antonio Jesús García

Publicado La Voz de Almería (4-5-17)



1 comentario:

  1. Claro exponente de una sociedad hecha por y para los hombres, dueños y señores de toda creación visible e invisible.

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