EL
ADN DE LOS PUEBLOS
Cuando
parece que uno ha perdido ya la capacidad de asombro, gracias a
nuestros políticos ésta se renueva día a día. Tan sólo basta con
estar atento a sus discursos, leyes o comparecencias para turbarse
con la ocurrencia de turno.
Múltiples
ejemplos de memez en materia de educación podemos encontrar en
cualquier comunidad autónoma, como la nueva asignatura creada por el
gobierno valenciano: “Cultura
del Poble Valenciá”, y
que en palabras de su consejera tratará aspectos que “forman
parte del ADN del pueblo valenciano”.
Con
un claro guiño en materia lingüística al 'blaverismo',
movimiento regionalista conservador anticatalanista, en esta
asignatura tendrán cabida fiestas tradicionales, deportes autóctonos
o juegos tradicionales como el sambori,
sea lo que sea esto último. Resulta curioso que el mismo partido que
en Cataluña
pone todo tipo de trabas a la lengua catalana, aquí opera a la
inversa, con lo que se supone es una variedad dialectal de la misma.
Por no hablar de la absoluta idiotez del L.A.P.A.O., Lengua
Aragonesa Propia del Área Oriental, absurdo
y delirante eufemismo para no llamarlo catalán.
Sigue
argumentando la consejera: “dar
a conocer a los estudiantes el patrimonio material, inmaterial y
humano“. ¿Qué diablos
significa esta estupidez? Además si los valencianos ya lo llevan en
su ADN ¿para qué leches necesitan estudiarlo? Continuamente
aparecen informes a nivel europeo sobre las muchas deficiencias que
arrastra nuestro sistema educativo y aquí nos preocupamos de los
Moros y Cristianos, la
pilota valenciana,
o de si la paella lleva carne o verduras.
Está
claro que de algún sitio hay que ser, no queda otra, pero tomarse
excesivamente en serio el ser valenciano, español, de Texas o de
Bollullos Par del Condado resulta, cuanto menos, patético, además
de los riesgos futuros que conlleva el criar y amamantar a pequeños
aprendices de Le Pen.
En
la escuela hay que enseñar cosas serias, literatura, matemáticas,
filosofía, aprender a los clásicos y, en definitiva, todo lo
relacionado con la sabiduría, esa que enaltece y dignifica a la
persona haciéndola trascender, que nada tiene que ver con lo se
conoce como “cultura
popular” y repartir
platos de migas en la plaza del pueblo.
Por
suerte, en mi época a nadie se le ocurrió enseñarme en clase la
historia del salmorejo, de la porra antequerana o a bailar
sevillanas. Entre otros motivos porque hay cosas que no se pueden
explicar. Es imposible disfrutar del ambiente de La Maestranza si no
te dejas imbuir de la magia de la plaza sevillana en un soleado
Domingo de Ramos, o de la espectacularidad de un atardecer en la
Isleta del Moro, por mucho que te lo inculquen en clase.
Antonio
Jesús García
Publicado
La Voz de Almería (27-3-14)
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