LA
FIESTA DEL CINE (ESPAÑOL)
Abrazamos
sin miramientos la españolidad de artistas residentes en Miami o
deportistas domiciliados fiscalmente en Mónaco. Sin contar la
efusividad y vehemencia con la que celebramos bondades y virtudes de
los riberas o riojas frente a los caldos vecinos. Cantaba
Doña Concha En Tierra
extraña eso de compré
en la farmacia vino español.
Prestamos
y mostramos fácilmente nuestro apoyo a cualquier cusa que requiera
de nuestra españolidad. Por
no hablar de esos
dirigentes que tanto gustan llenarse
la boca con la marca España y las cuentas en Suiza. Pero si hablamos
de cine, ahí no es necesario tirar de sentimiento rojigualda. Al
contrario, se abre la veda y cuantas
más hostias mejor.
El
cine español es malo. Es
una de las taras grabadas fuertemente en el córtex cerebral de parte
de la población. El cine español no es ni malo ni bueno, y entre su
producción encontramos obras buenas, malas, muy buenas, regulares y
bodrios inclasificables en una proporción similar a la de otros
países, o ¿es que acaso no se ruedan engendros infumables en el
todopoderoso Hollywood? Como dijo José Luis Cuerda: “El
cine español ha hecho obras maestras, como por ejemplo La
tía Tula”.
A
la que se le podría añadir El
Verdugo
de Berlanga, El
Sur
de Erice, Surcos
de Nieves Conde y tantas otras. Lo que sucede es que quien suele
hacer este tipo de afirmaciones (de ministros para abajo) no ve cine,
ni español, ni ningún otro.
Otra
falacia extendida es lo altamente subvencionado que está, siendo
esto sensiblemente inferior con respecto a otros países de la U.E.
Mucho más se subvenciona a otras industrias como la del automóvil,
sólo una empresa del sector puede tener más subvenciones estatales
que todo el cine español junto, por no hablar de lo que se les da a
los bancos, a los partidos políticos y sus fundaciones, clubes de
fútbol y demás.
Ir
al cine es caro;
esa es otra. Es caro comparado con bajártelo de Internet, qué duda
cabe, pero habíamos quedado en que eso no valía, ¿no? Plantearse
lo que cuesta ver un film en pantalla grande y pagar lo mismo por una
copa en un bar es solo cuestión de prioridades, pero no de precio.
Ya,
pero si vas con los niños, las palomitas, los refrescos, etc. al
final te gastas un pastón.
Ya, pero digamos que eso, cine, lo que se dice cine, no es. Por ello
no dejan de ser curiosas las colas que se forman en las salas cada
vez que se realiza una Fiesta
del Cine.
Cabría preguntarse, si ese precio se mantuviera durante todo el año
¿continuaría el mismo flujo de público?
El
cine, como elemento integrante de la cultura que es, forma parte de
las señas de identidad de una sociedad y como tal no hay que
protegerlo y cuidarlo, sino sentirse orgulloso de él.
Antonio
Jesús García
Publicado La Voz de Almería (30-10-14)