jueves, 30 de octubre de 2014

LA FIESTA DEL CINE (ESPAÑOL)


LA FIESTA DEL CINE (ESPAÑOL)

Abrazamos sin miramientos la españolidad de artistas residentes en Miami o deportistas domiciliados fiscalmente en Mónaco. Sin contar la efusividad y vehemencia con la que celebramos bondades y virtudes de los riberas o riojas frente a los caldos vecinos. Cantaba Doña Concha En Tierra extraña eso de compré en la farmacia vino español.

Prestamos y mostramos fácilmente nuestro apoyo a cualquier cusa que requiera de nuestra españolidad. Por no hablar de esos dirigentes que tanto gustan llenarse la boca con la marca España y las cuentas en Suiza. Pero si hablamos de cine, ahí no es necesario tirar de sentimiento rojigualda. Al contrario, se abre la veda y cuantas más hostias mejor.

El cine español es malo. Es una de las taras grabadas fuertemente en el córtex cerebral de parte de la población. El cine español no es ni malo ni bueno, y entre su producción encontramos obras buenas, malas, muy buenas, regulares y bodrios inclasificables en una proporción similar a la de otros países, o ¿es que acaso no se ruedan engendros infumables en el todopoderoso Hollywood? Como dijo José Luis Cuerda: “El cine español ha hecho obras maestras, como por ejemplo La tía Tula”. A la que se le podría añadir El Verdugo de Berlanga, El Sur de Erice, Surcos de Nieves Conde y tantas otras. Lo que sucede es que quien suele hacer este tipo de afirmaciones (de ministros para abajo) no ve cine, ni español, ni ningún otro.

Otra falacia extendida es lo altamente subvencionado que está, siendo esto sensiblemente inferior con respecto a otros países de la U.E. Mucho más se subvenciona a otras industrias como la del automóvil, sólo una empresa del sector puede tener más subvenciones estatales que todo el cine español junto, por no hablar de lo que se les da a los bancos, a los partidos políticos y sus fundaciones, clubes de fútbol y demás.

Ir al cine es caro; esa es otra. Es caro comparado con bajártelo de Internet, qué duda cabe, pero habíamos quedado en que eso no valía, ¿no? Plantearse lo que cuesta ver un film en pantalla grande y pagar lo mismo por una copa en un bar es solo cuestión de prioridades, pero no de precio. Ya, pero si vas con los niños, las palomitas, los refrescos, etc. al final te gastas un pastón. Ya, pero digamos que eso, cine, lo que se dice cine, no es. Por ello no dejan de ser curiosas las colas que se forman en las salas cada vez que se realiza una Fiesta del Cine. Cabría preguntarse, si ese precio se mantuviera durante todo el año ¿continuaría el mismo flujo de público?

El cine, como elemento integrante de la cultura que es, forma parte de las señas de identidad de una sociedad y como tal no hay que protegerlo y cuidarlo, sino sentirse orgulloso de él.

Antonio Jesús García
Publicado La Voz de Almería (30-10-14)






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