METÁSTASIS
EN LA REDACCIÓN
Unas
semanas antes de su fallecimiento por cáncer el cantante Pedro
Pubill Calaf anunciaba la suspensión de su actividad. Numerosos son
en los últimos tiempos los artistas o personajes conocidos que
realizan un comunicado similar, desde el guitarrista británico Wilko
Johnson o el músico japonés Ryuichi Sakamoto, por poner sólo dos
ejemplos. El hecho en sí, al margen de entristecer más o menos a
sus admiradores, no deja de ser un recordatorio público hacia esa
enfermedad cada vez más común entre nosotros.
Algunos
deciden coger el toro por los cuernos y hacer de su experiencia
vital una exorcización pública de sus miedos. Como la australiana
Beth Whaanga que, en colaboración con la fotógrafa Nadia Mascot,
dejó fotografiar su cuerpo desnudo surcado por múltiples
cicatrices, en un intento de concienciar sobre el cáncer de mama,
reflejando en cada marca de su piel la huella de una lucha, de una
batalla vencida. O la cineasta Susana Koska que, inicialmente,
mediante el blog Soy
una larva
y el libro Tópico
de Cáncer
después, relata su experiencia con la enfermedad, donde, desterrando
la cursilería del lazos rosa, se sumerge en las profundidades del
dolor sin un ápice de adorno.
Lo
que no resulta de recibo, bajo ningún concepto, es la bajeza moral a
la que llegan algunos medios de comunicación para publicar titulares
tan asquerosamente rastreros como: El
separatista Peret anuncia que padece cáncer. Toda
una muestra de mal gusto, falta de respeto y de sensibilidad. Como si
la fama del viejo músico se debiera a una cuestión puramente
ideológica.
Por
desgracia no es la primera vez que un medio se ceba con alguna
persona a raíz de padecer tan terrible enfermedad; en una entrevista
televisiva un sacerdote llegó a catalogar de castigo divino el
padecimiento del político socialista Pedro Zerolo, “un
efecto de la divina providencia”,
al tiempo que el presentador afirmaba “no
cambiaría la vida de mi perro por la de Pedro Zerolo” mientras
el predicador asentía. Vamos, que se lo tenía merecido por rojo
y maricón.
No
sólo nos encontramos ante un claro ejemplo del periodismo más
abyecto e innoble que se pueda practicar, sino que los valores
cristianos que se le suponen al párroco brillaron por su ausencia,
sin que ningún representante de la Iglesia Católica haya osado
amonestarle o afear su conducta.
¿Qué
tipo de metástasis se ha instalado en los cerebros de algunas
redacciones que permite convertir una profesión tan admirable como
la del periodismo en algo tan vil?
Mientras,
al rey de la rumba, que
nadie le mande flores, que le traigan hierbabuena que alegra los
corazones, saboreando, sa, saboreando. Va
por usted, maestro.
Publicado La Voz de Almería (9-10-14)
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