jueves, 16 de octubre de 2014

PODRÍA SER


Podría Ser


Estaba aquí, con él, aburridos los dos. Él, además, se mostraba bastante nervioso, no paraba de dar vueltas. Finalmente, decidí que la mejor solución sería un relajante paseo, así que bajamos al parque. Una vez allí se tranquilizó al instante, o al menos eso es lo que parecía. Mientras, yo me encendía un cigarro; lo estoy dejando, llevo ya seis meses que apenas fumo, pero desde que empezó esto, con la tensión... se hace más difícil, usted ya sabe... Él se puso a jugar, como un niño, se encontró con varios de los que conocía de otras tardes, se juntó con ellos, más o menos como siempre... Cuando, de repente, sin previo aviso, se metió entre los árboles, giró hacia la izquierda y echó a correr calle abajo. Lo llamé, salí tras él, pero ya era demasiado tarde, tan sólo pude alcanzar a verlo perderse dos manzanas más abajo, junto a los bloques de apartamentos. Juro que no lo perdí de vista ni un instante, habíamos hecho lo mismo tantas tardes que quién lo iba a pensar.

Declaraba cabizbajo, ante una atosigante multitud de cámaras y micrófonos, con gesto incómodo, mirando por encima de sus gafas de pasta negras. Su enmarañado y canoso pelo, y su barba de varios días, junto a varios bolígrafos asomando de un bolsillo de la bata, le conferían el típico aspecto de científico despistado, a pesar de que sólo era un auxiliar de laboratorio.

-¿Y dice usted que no era la primera vez que venían por aquí, que lo han hecho otras tardes? ¿Es eso verdad?, inquirió una reportera cuya enérgica voz le permitía que su pregunta fuera siempre la primera en ser contestada por el entrevistado.

- Sí, claro, todas las tardes. El pobre no lo llevaba nada bien, se ve que no se acostumbraba al cambio de residencia. La verdad es que la gente no le hacía mucho caso, para qué le voy a engañar. Pero yo me llevaba muy bien con él, yo y toda la familia... la Tere, mi mujer, cuando preparaba comida también le preparaba su parte. - He hecho croquetas,  le llevas un tupper, que sabes lo que le gustan y lo contento que se pone. Y los niños, el Javi y el Andrés, al salir de clase, si no tenían muchos deberes, se pasaban a saludarlo. Hasta los fines de semana, cuando no me tocaba turno y, aunque no se pueden recibir visitas, yo les dejaba mi tarjeta de seguridad y entraban por la puerta de atrás para verlo un rato; un día, con los juegos, hasta rompieron unas muestras, tuve que limpiar todo como pude para que nadie se diera cuenta. Lo hemos tratado con mucho cariño, por eso no entiendo qué  le ha pasado por la cabeza al pobre animal para escaparse.

(Ficción o más que probable realidad de una España paralela en la que, como es lógico y normal, no se hubiera sacrificado a Excálibur).

Publicado La Voz de Almería4) (16-10-1



1 comentario:

  1. Lo de Excálibur es una de esas terribles situaciones que nos retratan muy bien como sociedad. Mi no comprender, no entender por qué, no soportar tanta prepotencia, incompetencia y estupidez juntas por centímetro cuadrado.

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